Frank García, fundador de Bluesila Blues Band, es tal vez uno de los más tradicionales guitarristas de la escena blusera en Bogotá. Su banda después de varios años de trabajo con su última formación, se ha consolidado como una de las bandas más importantes de la ciudad. Frank, con la autoridad que le da la experiencia en las calles azules de la ciudad, nos dejó conocer su opinión sobre el blues bogotano en Palabras Pentatónicas.
EL AJENO QUE TANTO SENTIMOS
Como una exótica y seductora concubina, a quién se le conoce una vez y a partir de ese momento jamás se logrará evitar. La adicción nos condena de por vida a muchos de los que somos sus amantes, de tantos que tiene en todo el planeta, que deambulan consumidos por la sensibilidad. Es la marca profunda de un género proveniente de entrañas sudorosas, un abuelo eterno y fuerte, que a pesar de sus años y de tantas jornadas de sol a sol, logra perforar almas en regiones lejanas de otros mundos.
¿Como el blues puede situarse entre la carrera 4ta y la avenida 19, y quedarse allí como si estuviese esperando un colectivo con puesto y ojalá en la ventana? Bogotá de tantos cromas musicales en tantas décadas, emancipada por agrupaciones y géneros de turno, con cultos ajenos y atuendos de colecciones primavera – verano. Pero eso sí, un parche unido por el gran rock n’ roll. Está es una Bogotá en donde mientras se pelea en medio de un frente nacional musical de géneros, el blues lo único que hace es recorrer la ciudad y chupar trancón, ya sea desde Bosa hasta Suba (para sonar un par de horas y con la excusa de beber debatiendo), ó tal vez de la 93 hasta la 170 y más allá,.. hasta el infinito?
El blues disfruta cualquier lugar, Sevilla, Quito, La Paternal, Moscú, Sídney, Birmingham, etcétera, etcétera; y si señoras y señores, Bogotá, Colombia. Una rola que comenzaría tal vez hace mucho, tal vez antes de que existiera el moscato en los parques, sonando por allí en algunas escalas del buen rock n roll bogotano chapineresco. En toda la mitad del pogo, donde muchos cabeceamos al unísono, el blues llegó y se sentó un rato, se echó un cigarro y luego se metió al pogo. Un día llegó sin decir nada y luego lo dijo todo en muchas de nuestras vidas. Como tantos géneros, llegó a posarse sobre algún pedazo pequeño de la torta estadística de los géneros y sus tribus.
A muchos nos fue atravesada el alma mientras sintonizábamos a Jenny Cifuentes al medio día, pero a otros, les gustó la tendencia y les llegó el antojo, y lo marcan con bandera nuestra, como si estuviera en nuestros glóbulos de cumbias y gaitas. Acaso buscamos una especie de identidad en lo ajeno?, en otros documentos con foto de fondo azul?, mi punto de vista es diferente, la oleada bluesera de hace unos años en Bogotá, en donde muchos surfearon, ya llegó a la orilla, muchos sólo seguimos navegando mientras las olas van y vienen. El blues es para disfrutarlo, no para llevarlo a la pasarela, eso es lo de menos. El blues, ajeno a todos, pero tan sentido por muchos, siempre rondará las calles Bogotanas, los escenarios, y como un delta, habrán épocas de sequía y otras de abundancia.
Disfrutémoslo, porque ese sí es para toda la vida. Sientan el agradable bullicio, pues el momento de oír el Blues del Abuelo llegará en cualquier momento y será un inmenso placer estar en una Bogotá bluesera como muchas otras ciudades en el mundo, pero con la diferencia de sentir tanto, un género que no nos pertenece, y como dicen en Bogotá, “eso es ser un berraco!!”, sobre todo por dejar que pasen eternidades y sin importar nada, seguir sonando como si estuviésemos recogiendo algodón, dejando caer las gotas de la frente sobre la cuerdas de la guitarra para dibujar muecas con ademanes de sensibilidades ajenas pero muy cercanas.
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